... del que se va.
"Mónica, coge el vuelo más temprano, para aprovechar el día", me dijo mi hermano. Así lo hice y, como siempre, todo en teoría suena mejor hasta que llega el momento de hacerlo y uno recuerda lo horrible que en realidad es. Salida del vuelo: 8:15am.
Quien me levantó no fue mi alarma seteada para las 5:30am sino la llamada nefasta de mi padre a las 5:20am porque según el "ya es tarde", sin saber lo sagrado que eran esos 10 minutos. Si conocieran a mi padre sabrían lo insistente que puede llegar a ser, OSEASE, desesperante. En menos de media hora me llamó unas 4 veces, una de ellas al celular que cuando fui a tomarlo, trancó, y llamó justo detrás al telefóno de la casa. Imaginen esa escena sólo que yo corriendo de un lado a otro en toalla y con mi gorrito del baño. Y sorpresa! Por esa llamada saqué el celular de la cartera y se me quedó encima del gavetero, quedándose con él mi roaming. Y ganándome de paso el famoso sermón de mi padre de que "aunque a ti y a tu hermano no les guste que se los diga, a mí NUNCA se me ha quedado nada!". Todo un clásico.
El aeropuerto, desde la primera vez que tuve la gracia de poder viajar, no ha cambiado. "A nosotros no nos dan sueldo, dependemos es de la generosidad de ustedes!", era lo que me repetía una y otra vez el maletero, hasta que le mojé la mano con la "propina", que es mas bien ya una obligación. Y me tuve que reír cuando me miró como si fuera una miserable por los 100 pesitos que le di. Ir al aeropuerto me imagino que debe ser como ir al cielo (o en su defecto el infierno) pues se ve todo tipo de personas: las señoras espléndidamente vestidas de la alta alcurnia (furufas), el que sacaron de los años '80 con su chaleco de mezclilla, el don humilde y perdido que viaja en avión por primera vez, la familia multitudinaria que no logra controlar a los hijos, los chinitos vestidos con harapos porque no les puede importar menos, el gringo que cree que porque habla en inglés se las sabe todas y es Dios en medio de tanta gentuza, las parejas que después de unas vacaciones dominicanas parecen quererse más (será el agua?), los típicos yorkies con 20 maletas en sobrepeso; y así sigue la lista. La eterna fila de American Airlines... si no fuera porque el pasaje me lo compro con las millas, los mandara a la m. Y fueron nada más y nada menos las señoras de la alta alcurnia las que quisieron colarse delante mío, para que vean pequeños saltamontes, que mono que se viste de seda MONO SE QUEDA.
Llenadera de papelitos, zapatos fuera (dignidad fuera), chequeo, migración, $350 pesos por unas Pringle's y un agua (!!!!), 15 minutos de espera... y despegue. De repente por la bocina solicitan a un doctor al anunciar que tenemos una emergencia médica a bordo. Nunca supe que fue lo que pasó, sólo que movieron a las personas próximas a la enferma, la acostaron en los sillones, y la cubrieron con varias mantas. Tuvimos que esperar cuando aterrizamos a que entraran los paramédicos y se la llevaran. Al salir, noté que la tenían sentada a un lado haciéndole chequeos. Como dije, ni idea de que pasó porque mi profesión poco tiene que ver con tocar el cuerpo de la gente, sólo toco su corazón =).
Welcome to Miami. En la fila de migración me tocaron delante las señoras (se habrán colado?), las cuales decidieron que el mejor momento para llenar los papelitos obligatorios de los gringos era cuando estuvieran en el counter... Dios. Me revestí de toda la paciencia que el Señor puede dar, y respiré profundo mientras fui la última del vuelo AA680 en pasar aduanas. No obstante, tuve que devolverme para conseguir una dirección física de donde me iba a quedar porque no recordaba la de mi hermano; la misma acabó siendo la de un extraño samaritano que me dio una que conocía. Al llegar al reclamo de equipaje mis dos maletitas yacían solitarias al lado de la última banda del lugar, opuesta completamente a la salida del mismo... fantástico. Recoger maletas, tirarlas al vuelo de conexión, caminar medio aeropuerto, encontrar puerta de embarque... bien. Por primera vez desde las 5:30am pude ir al baño y orinar. Sorpresa, sorpresa: mi amiga la mensual. Pero no os preocupeís estimados lectores, estaba preparada.
Miami-Tampa. 12:25pm. El avión y una latita de aluminio bien pudieran haber sido lo mismo. En siendo cajas de televisores y no sé que otras piezas, sonaron todas a un unísono tacatacatacataca. El aeropuerto en Tampa es extraño y personal, pero parece funcionarles bien con su Chili's y su Friday's. Me recibe mi hermano, no tan gordo como la última vez. Subimos al parqueo, bajamos, salimos del mismo... sólo para darnos cuenta de que debimos dejarlo estacionado para ir a buscar el auto que alquilaríamos para el road trip. Subimos de nuevo, nos parqueamos, bajamos a pie, alquilamos el vehículo, lo subimos a donde está el otro y... oh, "Mónica, ten tu pasaporte a mano, te toca llevar mi carro". Primera vez que tenía que manejar respetando las leyes de tránsito. Para su imagen mental sobre las autopistas americanas (porque no es la que yo tenía antes de manejarlas) es tal cual las carreteras dominicanas, sólo que con el tráfico de la 27 de febrero en las horas pico. 3:30pm. TEMPORADA DE INSECTOS. Y no de mosquitos, sino de engendros gigantes y maléficos con cabezas rojas que se estrallan cual kamikaze a todo lo largo y ancho de los vehículos. Hasta en la calle se te meten en la boca. Al fin llegamos donde mi hermano a dejar los vehículos (cubiertos de bichos), para luego ir a ingerir lo primero que comía en el día entero.
Ahora son las 9:00pm, y estoy en el lounge de los estudiantes de post-grado de la USF (University of South Florida), donde mi hermano vino desde las 6:00pm a ayudar a un compañero con un plan de negocios; y para yo no estar haciendo nada, me logueo a una de las PC. Tengo sueño, no he dormido nada, y mañana a las 8:00am empezamos un viaje por carretera de diez días.
Ya me voy, vamos a regresar a la casa de mi hermano. No sé si ya terminó el día.
Pero sé que hasta el final del día seguiré pensando por qué no te despediste de mí.
UPDATE: okay, ya sé por qué =). gracias... y va de ahí.