Todo cae, nada queda. Las hojas caen como cansadas de aguantar, cansadas del peso. Nada les queda. Del suelo nadie las levanta ni las toca. Pasan de ser admiradas desde abajo a ser barridas. Y el viento, frío y dulce, las eleva intentando devolverle su lugar en las alturas. Pero que va, todo cae, y nada queda. Ni las hojas, ni el calor. Ni el amor, ni las hormonas. Definitivamente es otoño fuera de las estrellas, en la soledad.